Reinaldo Herrera Guevara fue mucho más que el marido de Carolina Herrera. Fallecido en su casa de Nueva York a los 91 años, según informó la marca de la famosa diseñadora venezolana, Herrera Guevara fue la quintaesencia del aristócrata latinoamericano, que se codeaba con la nobleza europea y con el elitesco mundo del jet set estadounidense. Pero también fue un hombre mediático que participó como entrevistador en un popular programa de la televisión venezolana de los años 70 y desempeñó el cargo de editor de proyectos especiales de la revista Vanity Fair en los años 90, en la época en que su directora, Tina Brown, revigorizó la oferta periodística de la publicación.
Nacido en Caracas en 1933, el nombre completo de Reinaldo Herrera Guevara denota su origen patricio: Reinaldo José Patricio del Monte Carmelo y de las Mercedes. Sus padres son Reinaldo Herrera Uslar y María Teresa “Mimí” Guevara Pietrantoni. La casa familiar de los Herrera Guevara en Caracas es la Hacienda La Vega, en el oeste de la capital venezolana, fundada como una encomienda por uno de los conquistadores españoles, Garci González de Silva, y de la que hay registros de 1590 que la describen como una finca productora de caña de azúcar. En 1899 fue adquirida por Jorge Uslar y se convirtió en el centro gravitacional de la familia.
Herrera heredó de su padre el título de marqués de Torre Casa, un título nobiliario concedido por Felipe V en 1722 al maestre de campo Don Andrés Urbina y Landaeta. La familia Herrera Uslar siempre reivindicó fueros nobiliarios.
Además del marquesado de Torre Casa, han afirmado su parentesco también con los marqueses de Lanzarote y los condes de La Gomera, últimos soberanos de las islas Canarias, y, por otra vertiente, con la Casa Real de Pamplona y Navarra, el condado de Barcelona y la Casa de Sicilia.
Pero el marquesado de Torre Casa dejó de ser usado por Herrera luego de que el Ministerio de Justicia del Gobierno de España ordenara el 10 de noviembre de 1992 que se revocara la carta de sucesión de este título, expedida en 1975 a nombre de Reinaldo Herrera Guevara, y se le concediera el marquesado a Alejandro Alfonzo-Larrain y Recao.
Este traspiés nobiliario no empañó la imagen patricia de Herrera Guevara. Hijo de una de las mujeres más elegantes de Caracas y luego casado en 1968 con Patricia Pacanins Niño, quien de casada tomaría el nombre de su marido y fundaría en 1980 en Nueva York la que habría de convertirse en una de las firmas de moda más poderosas del mundo: Carolina Herrera.
Pero antes de este periplo neoyorquino, Herrera demostró una inquietud poco común entre los aristócratas latinoamericanos al incursionar en los medios. En 1966 formó parte de la primera etapa del programa “Buenos días”, emitido originalmente por el canal Radio Caracas Televisión (RCTV), en el que acompañó como entrevistador a los periodistas Sofía Imber y Carlos Rangel (ya sin Herrera, el programa se transmitió hasta 1992 por el canal Venevisión).
Además, Herrera fue imagen de la campaña del automóvil Chrysler LeBaron, en 1978.
Amigo de la familia Rothschild y del magnate italiano Gianni Agnelli (Herrera es uno de los entrevistados en el documental “Agnelli” de 2017), el aristócrata venezolano poseía un rango increíble de relaciones, que iban desde ser invitado de la reina Isabel II en el castillo de Windsor a codearse con Andy Warhol y Bianca Jagger en la discoteca Studio 54.
Su porte patricio y os en el mundo de la llamada haute society condujo los pasos de Herrera al mundo editorial, donde, como editor de proyectos especiales de la revista Vanity Fair, se unió al equipo de la recién nombrada editora Tina Brown, quien en 1984 asumió las riendas de relanzar la publicación. Muchos años después llegó a publicar columnas en la prestigiosa cabecera.
Según Vanity Fair España, Herrera consiguió entrevistas con figuras políticas difíciles de ar, como Imelda Marcos en su exilio en Hawai, Yasser Arafat, Moammar Gadhafi y Manuel Noriega, entre otros.
Reinaldo Herrera fue mucho más que el esposo de Carolina Herrera. Fue el último caballero de una generación de aristócratas venezolanos que se codeaban con la nobleza europea y el mundo del arte, la política y la clase alta estadounidense. Un hombre que trascendió la Caracas de su niñez y se arraigó en Nueva York en la década de los ochenta, mientras su nativa Venezuela empezaba a cambiar.